
Cada Eneatipo nace como un patrón de defensa ante el dolor de sentirse separado, desconectado, insuficiente o no amado.
Y para sostener esa defensa, el ego crea una historia.
Una fabulación emocional, elegante, convincente, hasta necesaria.
Cada eneatipo tiene sus frases. Y esas frases no son verdad. Pero nos las creemos como si lo fueran.
Y esa es la gran mentira del ego: confundir nuestra identidad con nuestra estrategia de defensa.
¿Y qué pasa en las relaciones? Que nuestras fabulas chocan. Mi mentira busca validación en la tuya.
Relaciones llenas de buena intención… pero también de distorsión.
Cuando no somos conscientes de la mentira que nos contamos, terminamos pidiéndole al otro que la confirme.
Y así no nos relacionamos con personas, sino con proyecciones. Con personajes. Con máscaras.
Pero el Eneagrama no juzga estas mentiras: las revela.
Las muestra como puertas de entrada a una verdad más profunda: la que se encuentra cuando ya no necesitamos sostener el disfraz.
Porque solo cuando veo la mentira que me cuento, puedo empezar a soltarla. Y desde ahí, puedo por fin encontrarme contigo… de verdad.
